viernes, 20 de septiembre de 2013

Intercambio Epistolar II


Buenos Aires 21 de Septiembre de 1956

 Querida Ofelia:


En este preciso instante el reloj marca las 5 y media de la madrugada y en esta habitación no se escucha nada mas que el sonido de los grillos que se animan a visitar el destacamento. Tal vez los seduce la idea de verme ya tan destruido por esta circunstancia tan perversa que algunos llaman servicio militar.
 
Es mi sexta semana aquí adentro y las cosas no mejoran, es evidente que mi presencia en este lugar encierra algo mas que mi persona. Usted me advirtió que mi actividad política durante estos turbulentos meses podría traerme problemas, y veo hastiado que su pronóstico se cumplió al pie de la letra.   
Solo tengo guardias que gritan y cadetes que golpean entrenando mecanismos de tortura para convertirse en grandes oficiales.
Lo que me mantiene a salvo de esta locura es el recuerdo de sus ojos, el simple hecho de saber que tal vez falte muy poco para volver a verlos, para volver a verla.
 
Las semanas previas a este falso reclutamiento estuvieron marcadas por nuestros encuentros, cada vez más bellos como enigmáticos. Se que usted cree que mi relación con Elena excede una simple amistad,  pero se equivoca y lo sabe. No existe objeto más bello en este mundo que se anime a competir con su mirada.  Pero su desconfianza pudo más y nuestra breve despedida fue sólo eso,  breve y distante como una distancia que pronosticaba está nueva distancia, ahora física y real.  Tal vez la distancia y el desacuerdo sean los protagonistas principales de esta relación, quisiera creer que no,  que hay un sol igual a este qué estoy esperando durante esta helada y oscura madrugada dentro de esta helada y oscura celda.
 
Elena Ofelia,  estoy inmerso en esta incertidumbre espantosa y no quiero sumarle otra peor,  quiero saber que nosotros seguimos siendo dos, puedo imaginarme todos los castigos y detenciones, incluso puedo animarme a hacerles frente,  pero lo que me es imposible imaginar es un mundo sin su sol.
 
Usted ya sabe que detesto el invierno. El frío es una de las peores sensaciones que padecí, pero lo que me dolía no era precisamente la sensación sino la idea de su eternidad. A veces creemos que los dolores son eternos y no cíclicos como efectivamente son, como efectivamente es la vida. Por mas que, muertos de frió sospechemos que esa sensación será eterna, el almanaque se encargará de demostrar lo contrario y algún día será primavera.
 
Es por ello que le ruego una respuesta, en honor a esas bellas tardes y hermosos recuerdos y para que este invierno se vaya de una vez por todas. Que vuelva a salir el sol entre nosotros, ese sol que ahora se burla de esta fría ventana y comienza lentamente a dar la cara. Ojalá usted lo esté viendo en este instante, ahí está. Esta saliendo el sol, el invierno se va.
 
Ya salió el sol,nuestro sol.
 
 
 
Mateo