sábado, 14 de marzo de 2009

Ella en mi cabeza




Todo comenzó con el extraño sonido de un timbre, una especie de zumbido taladrando con una histérica dulzura las habitaciones de mi cerebro, ese lugar donde guardo las ideas que encuentro por ahí.
Dejé por un momento la actividad que estaba haciendo e imaginé una puerta ya que, si suena un timbre, es porque hay alguien frente a ella que busca ingresar. Esto ocurre en cualquier lugar del planeta por lo tanto no veo porque mi cabeza tenga que ser la excepción.
Abrí mi puerta imaginaria y me encandiló el resplandor. Mientras improvisaba una visera con mi mano izquierda solo escuche una voz que pedía permiso e ingresaba como si fuera su casa.
Atiné solo a sorprenderme y dedicarme a observar sus movimientos.
Como no leo los diarios no tuve temor a que me robe o me secuestre o me mate, además no creo que las ideas que pueda robar de las habitaciones tengan un valor que resulte atractivo para el mercado y si pidió permiso es porque no es hostil, por lo tanto continué con mi tarea de observarla.
Dejo un bolso con varios cds y libros (le cuento que algunos coinciden con los que se encuentran en mi biblioteca de los recuerdos) su ropa era la misma que ví en una hermosa mujer que conocí hace unos días.
Eligió la habitación mas colorida para dormir y la mas oscura para iluminar ya que note como en la primera dejaba sus cosas y en la segunda algunos pedazos de luz en cajas de 12 ( en mi mente existen todas esas cosas, se lo aseguro ).
La velocidad de sus acciones era la misma que la de un niño en una juguetería eligiendo el regalo que por capricho de alguien se merece. En un lapso no menor a 10 minutos se acomodó, se instaló...llegó para quedarse.
Aun no me animaba a abrir la boca, solo miraba como de a poco se modificaba todo, la habitación oscura se ilumino de golpe. Pero le cuento que los pedazos de luz no alcanzaron y con mucha fuerza y actitud abrió la ventana de la habitación de al lado, la colorida. La luz se desparramó ( marido de una y amante de otra ) entre las dos y ese extraño dolor de cabeza que me tenia bastante molesto comenzó a extinguirse.
Creo que a esta altura ella debe saber que no tomo mate pero de todos modos puso el agua y un segundo después me miró a los ojos; era la primera vez.
Era el mismo vestido, la misma sonrisa, la misma sensación, era ella, como si nada.
Yo también sonreí. Motivos sobraban, por un lado la jaqueca desapareció, por otro mi mente tenia otro color, en 10 minutos brillaba, el desgaste de la rutina ya no se presentaba con ese aroma tan horrible.
Me acerque junto a ella. En la ventana de mis ojos estaba ese mar y nosotros dos mirándolo.
Mi mirada de desconcierto ( que aun le preguntaba que significaba todo esto ) se iba transformando en algo mas agradable justo en el instante en el que ella fabricó una sonrisa sagaz y contestó eso que no pregunté.
- Solo vi algo de luz y entré – Dijo despacito mientras tomaba mate
- Y porque tardaste tanto? – Contesté en el mismo tono.